¿Para qué ojos fueron creadas las enormes siluetas de Nazca? ¿Por qué los grandes creadores se empeñan en resolver aspectos de sus obras que ningún ser humano puede llegar a valorar? Con una mirada irónica, polémica y apasionada, el autor analiza este misterioso fenómeno a través de las obras maestras de la arquitectura, la pintura, el cine, la jardinería, los toros y el teatro y deduce que sus autores actuaron como si sus trabajos pudiesen ser observados por un ser superior. Y concluye: en vista del sopor que el agnosticismo contemporáneo es capaz de producir, ¿no sería mejor hacer «como si» Dios existiese y pudiera juzgar nuestras obras?