Esta novela, basada en una anécdota real, es una denuncia de la
indefensión de la infancia en los conflictos armados y el drama que
convierte a los niños en soldados.
Cuando se impone la dictadura del miedo, las ventanas no sirven para dejar entrar la luz, para ver, se convierten en ojos que nos vigilan.
Finalista del XVIII Premio Anaya de Literatura Juvenil
Finalizada la guerra, un grupo de hombres armados detiene inesperadamente a los padres y tíos de Bruno y Silvina. Cuatro niños y un bebé se quedan solos e indefensos en la casa que comparten sus familias, abandonados a su suerte en una ciudad hostil en la que los ciudadanos se vigilan unos a otros desde las ventanas.
Bruno y Silvina, acompañados por el fantasma de la pequeña Alicia, desaparecida en un bombardeo, luchan por sobrevivir, cuidar del bebé, de sus primos pequeños y encontrar a sus padres, pese a que la cobardía de vecinos, allegados y desconocidos los va empujando a un callejón sin salida.
La falta de solidaridad hace de los débiles un blanco fácil. Basta un paso en falso para reducir nuestras expectativas de la vida a la estrechez de la mirilla de un fusil.