Una tragicomedia rabiosamente actual. Una novela generacional.
En Madrid, la joven generación del desencanto sigue sobreviviendo en sus trabajos precarios sin mayor horizonte que el día siguiente, agarrada a sus aficiones con una obsesión no exenta de la melancolía que impregna los finales de época: la música, las fiestas, las marcas, el coleccionismo de chicos y chicas, la gastronomía y mucho de ese amor ideal que Ginsberg consideraba el peso del mundo. Este es el paisaje en el que vive Ignacio Benavides, quien, para complicarlo aún más, ha elegido como tabla de salvación la literatura, eso de lo que ya sabemos que es muy difícil vivir… A no ser que tengas contactos en las productoras de contenidos: y eso es lo que le acaba de suceder. Con la ilusión de ver sus sueños cumplidos y de redimirse de su propio spleen, Ignacio empieza a frecuentar a los conseguidores del pijerío cultural madrileño que viven de las rentas y a las musas de cartón piedra que los acompañan.
Santiago Isla sigue siendo un flâneur en esta novela «sobre las promesas, las decepciones, la frustración», con ese narrador connotado, irónico y autocrítico que, sin embargo, conserva la esperanza «de un último tren hacia el futuro». El joven autor marca distancia con un estilo tremendamente personal y confirma los dones con los que se calificó su primera novela: frescura, luminosidad, altura, elegancia, inteligencia y entusiasmo.