Este es un libro con páginas memorables. La caricatura del pacto de no agresión entre Hitler y Stalin, niños muertos de hambre en Galka y Kramatorsk, un disparatado viaje de once días en tren, un auto de fe que transcurre como un thriller asfixiante. Enrique Castro Delgado mezcla, a la manera de un ...
Este es un libro con páginas memorables. La caricatura del pacto de no agresión entre Hitler y Stalin, niños muertos de hambre en Galka y Kramatorsk, un disparatado viaje de once días en tren, un auto de fe que transcurre como un thriller asfixiante. Enrique Castro Delgado mezcla, a la manera de un Chaplin siniestro, tragedia y humor negro para explicar la batalla entre argumentos e ilusiones, entre razón y fe, y cómo la fe y las ilusiones le convirtieron en el apóstol de una ideología criminal. Hasta que la realidad echó abajo, ladrillo a ladrillo, el muro que él había construido desde que en 1925, con dieciocho años, se afilió al Partido Comunista de España. Al terminar la guerra civil, Enrique Castro Delgado, primer comandante-jefe del 5º Regimiento de Milicias Populares, partió del puerto de El Havre con destino a la U.R.S.S. Fue el responsable de la emigración española en suelo ruso y secretario de José Díaz, dirigente máximo del P.C.E. Desengañado de la realidad soviética, Enrique Castro consiguió abandonar el país en 1945 pese a la oposición de Dolores Ibárruri y tras sufrir un agónico proceso de purga.
Enrique Castro Delgado (1907-1965). Madrileño. Obrero metalúrgico. Detenido varias veces durante la República y apalizado. En la guerra fue el responsable de la represión en Madrid durante los primeros meses. Primer comandante-jefe del 5º Regimiento de Milicias Populares, director de Reforma Agraria, Subcomisario General de Guerra. En 1939 se exilió en la U.R.S.S. Fue responsable de la emigración española en suelo ruso, secretario de José Díaz, dirigente máximo del P.C.E. y director de Radio España Independiente, La Pirenaica. Renegado del comunismo, marchó en 1945 a México junto a su mujer, Esperanza Abascal, y su cuñado Alejandro. Allí publicó sus dos libros de memorias, Mi fe se perdió en Moscú y Hombres made in Moscú, en el que confesó sus crímenes durante la República y la guerra. También dio a la imprenta recopilaciones de sus artículos en la prensa: S.O.S al mundo libre, Defendamos nuestra civilización amenazada y ¿Conoce a sus enemigos?: problemas de nuestro tiempo. Regresó a España con permiso de Franco y trabajó a las órdenes de Manuel Fraga en la Oficina de Enlace de su ministerio. Murió en Las Rozas.
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