Bridget Christie es una humorista sin pelos en la lengua, célebre en el Reino Unido por sus monólogos teatrales, en los que denuncia el machismo que sigue imperando en la sociedad contemporánea y reflexiona sobre la condición femenina. Y, para que sus agudas reflexiones cargadas de sarcasmo quedasen...
Bridget Christie es una humorista sin pelos en la lengua, célebre en el Reino Unido por sus monólogos teatrales, en los que denuncia el machismo que sigue imperando en la sociedad contemporánea y reflexiona sobre la condición femenina. Y, para que sus agudas reflexiones cargadas de sarcasmo quedasen negro sobre blanco, una editora –sobre la que Christie se apresura a explicarnos que también ha publicado en inglés el Mein Kampf de Hitler (eso sí, en edición crítica y anotada)– le pidió que escribiese todo eso que explica, parodia y condena sobre un escenario.
El resultado es este libro, entre la evocación de vivencias personales (por ejemplo, cómo un pedo la convirtió en feminista: sí, un pedo, han leído bien) y el panfleto descacharrante (por ejemplo, los tópicos inacabables sobre las feministas: no practican sexo jamás, todas son lesbianas, gordas y feas, todas nacieron en los sesenta y todas usan gafas y parecen la Velma de Scooby-Doo..., ah, y, por supuesto, todas se pasan el día quemando sujetadores).
Pero hay más, porque habla también de la mutilación genital, de las escandalosas cifras de tocamientos no consentidos en los colegios británicos y de la también escandalosa brecha salarial, de las campañas de lencería con «mujeres normales», de la industria del sexo, de la dictadura del físico, de las chicas enseñando las tetas en el The Sun de Rupert Murdoch...
Y habla también de mujeres: históricas como las Brontë, Mary Wollstonecraft o las sufragistas, y actuales como Malala, la niña víctima de los talibanes por querer estudiar. Pero no se olvida de los hombres, históricos como el esteta decimonónico John Ruskin, que se desmayó al ver el abundante vello púbico de su joven esposa la noche de bodas, o actuales como Nigel Farage –bestia negra de la autora–, Dan Brown o el piloto de carreras Stirling Moss, que considera que las mujeres no están capacitadas para conducir tan rápido y, para demostrar su superioridad, un día se cayó por el hueco del ascensor porque al abrir la puerta no se fijó en que no estaba en la planta...
Ácida, combativa, inteligente, provocadora, Christie sabe que hay cosas tan importantes que sólo se pueden abordar con humor. Y su libro acaba siendo también una reivindicación de cómo la comedia puede convertirse en un arma política, denunciar injusticias flagrantes y ayudar a cambiar actitudes.
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