Parafraseando a Huizinga, que ideó Homo ludens, la urbe ludens consiste en tres bocetos de la ciudad: la ciudad lúdica, espacio para jugar, para festejar, para desarrollar la imaginación y la creatividad; la ciudad visionaria, espacio para la fantasía y la ensoñación, la ciudad como proyecto utópico; y la ciudad participativa, espacio sensible, interactivo, espontáneo, informal y alternativo.
Observamos los espacios de la acción, las manifestaciones colectivas, los acontecimientos espontáneos y efímeros; cómo se configuran los espacios de la colectividad y la comunicación frente a las estrategias del poder, la sociedad del espectáculo, el mercado del ocio y la cultura de masas; las actuaciones «irregulares» y alternativas que forman el tejido lúdico de la ciudad al margen de la planificación y el diseño arquitectónico.
Nuevas herramientas, cambios en la percepción, cambios metodológicos en la investigación de lo urbano y una ciudadanía proactiva propician hoy un nuevo marco de acción en la ciudad. La ciudad se entiende como un gran tablero de juego donde se libera la imaginación y la creatividad de artistas, arquitectos, grupos interdisciplinares y ciudadanos. La comunicación y la participación en los espacios colectivos que se generan en la Red tiene una gran repercusión en su materialización in situ. Las nuevas tecnologías, como herramientas educativas que permiten expresar ideas con facilidad e inmediatez, aumentan las posibilidades del ciudadano de acceder a la vida social, al ocio y a la cultura, y adquieren poder de construcción social.
El espacio lúdico de la ciudad nunca surge de la proyección del ego personal, sino que se crea para el disfrute colectivo. En este sentido, revisamos aquí los espacios normativos, basados en patrones históricos, y analizamos otros espacios lúdicos concebidos desde una perspectiva humanizadora, ecológica y sostenible, viables en situaciones de crisis económica y de valores, y que posibilitarían en el futuro una ciudad en la que los protagonistas sean sus propios ciudadanos.