Si hubiera que definir la existencia de José Estruch, podríamos hacerlo con una palabra: maestro. En cada una de las personas que lo conocieron dejó una hermosa huella. En la 15ª edición de los premios Max de Teatro, la actriz Blanca Portillo, alumna de Estruch en la RESAD, recibió el Premio a la Mejor Dirección Escénica en su debut como directora. Sus palabras de agradecimiento estuvieron destinadas a él, a quien ofreció el galardón.
José Estruch no tuvo ningún vínculo profesional con la práctica escénica antes de 1936. Fueron las circunstancias que determinaron su exilio, así como los fortuitos cambios de país, las que influyeron de modo trascendental en el encuentro con la vocación que sería su ser en el mundo: el teatro. Completamente integrado en cada uno de los entornos extranjeros en los que vivió, adaptado a las realidades, su concepto de escena está, sin embargo, plenamente marcado por los preceptos renovadores desplegados en España antes de la guerra civil, especialmente en el aspecto ideológico. En este sentido, el teatro es un nexo identitario que materializa en él la oportunidad de llevar consigo el proyecto de transformación sociocultural republicano.