BEATA MARÍA DE JESÚS CRUCIFICADO, carmelita descalza del siglo XIX, es prodigio de humildad y de grandeza en la vivencia de las virtudes teologales y del miste-rio de la cruz. «Sin apenas saber ni leer ni escribir», ha sido admiración de teólogos y de todos los conventos de carmelitas descalzas desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. ¡Son sublimes y sencillos sus comentarios a las tres Virtudes Teologales sobre el fundamento de la humanidad! BEATA MARÍA DE LA ENCARNACIÓN, ursulina del siglo XVII, «reúne en sí de modo admirable la contemplación y la acción. En ella se realiza plenamente la mujer cristiana, con prodigioso equilibrio, en todos los estados de vida: esposa, madre, viuda, trabajadora, religiosa, misionera... Y todo ello siendo siempre fiel a Cristo, siempre en unión con Dios» (Juan Pablo II). De ella también se ha dicho: «Como mística es la primera de Francia y muy cerca ?si no a la misma altura? de Santa Teresa de Jesús» (Baldomero Jiménez Duque); «... la Teresa de nuestros días y del nuevo mundo» (J.B. Bossuet, 1697). Una y otra, beatificadas ambas por Juan Pablo II, comparten ahora las páginas de este libro por lo que tienen de profunda semejanza en su mística crucifixión y vivencia transformante de la Trinidad Santísima en el alma cristiana.