La pastoral insiste hoy en día, y con razón, en la importancia del primer encuentro personal con Jesús, en la conversión, en la aceptación leal y libre de Jesús como Señor de la propia vida. Son muchos los relatos sobre el tema. Pero, ¿después de creer, qué? ¿Hay algo más que hacer, "además de mantener tu nariz razonablemente limpia, hasta que llegue la hora de morir e ir junto a Jesús para siempre"?Según N. T. Wright, obispo anglicano de Durham (Inglaterra) y afamado especialista en Sagrada Escritura, sí. Después de la primera conversión queda la apasionante tarea de formar el carácter cristiano. Y para ello nada mejor que la práctica de las virtudes. Estas dos palabras unidas -"carácter" y "virtud"- articulan esta propuesta de formación personal en los hábitos básicos del vivir cristiano, haciendo que la vida de fe vaya tomando cuerpo real en el día a día, de una manera sólida, bajo el impulso del Espíritu, tal y como Pablo lo enseña en sus cartas, superando la controversia entre el puro sometimiento a las normas o el simple seguimiento en cada momento de los impulsos internos, so capa de la libertad evangélica.
Estamos aquí para convertirnos en seres genuinamente humanos, capaces de reflejar al Dios a cuya imagen y semejanza fuimos creados, y hacer eso en el culto y en la misión, sabiendo que lo hacemos siguiendo a Jesús. Y todo ello es posible por la acción del Espíritu Santo, que transforma el carácter del creyente.