El Portal de Belén no tiene lugar. Se escapa de las manos cuando lo queremos aprisionar. En estas páginas el autor se ha dedicado a buscar sus huellas, a oler su perfume, a captar el hilo de su sonido en los mil recovecos de la historia. Como fruto de esa tarea lanza al vuelo este puñado de postales agridulces, de antes y de ahora, en una mezcla de inocencia y picardía, de ilusión y realidad. Con palabras, expresiones y resonancias de su tierra canaria. Echa a volar este fleje de felicitaciones, mientras repican por doquier las campanas de la Navidad, con el deseo de que despierten en cada corazón la esquila dormida de la Esperanza.