La literatura «religiosa» vende. Por eso cada año se publican cientos de libros, novelas, ensayos y relatos que tienen que ver con lo religioso en sentido amplio: misterio, fantasía, "thriller" con personajes sobrenaturales o con secretos de la Biblia o del Vaticano, magia, seres mitológicos, personas con poderes, temas de ocultismo, profecías, escenas apocalípticas relacionadas con el fin del mundo o desastres ecológicos. Todo lo que esté relacionado con lo misterioso, mágico, mitológico y religioso vende mucho. La gente lo compra, lo lee y más tarde muchos de esos temas aparecen también en el cine y en la televisión.
En nuestra sociedad hay mucho interés por lo extraño y misterioso, más de lo que pensamos. Todo lo que esté rodeado de intriga, oscuridad y enigma atrae y fascina. Y si, además, se mezcla con los últimos descubrimientos de la ciencia y de los documentos bíblicos, el interés aumenta todavía más. Dominar las fuerzas de la naturaleza, disponer de ellas a voluntad o, por lo menos, someterlas en los momentos de necesidad ha sido un sueño en todas las épocas de la historia. Desde los magos a los alquimistas, desde los inicios de la ciencia moderna hasta los recientes descubrimientos tecnocientíficos, siempre ha causado fascinación cómo poder adentrarse en los secretos y enigmas del cosmos. Vivimos en un mundo fascinado por el maravillosismo, sobrecogido por el poder del destino, obsesionado por encontrar nuevas formas de piedra filosofal y de elixir de la inmortalidad. Lo sorprendente también aparece ligado al misterio del mal. El mal se presenta hoy de forma muchas veces aterradora y monstruosa.
Nada de extraño, pues, que todos estos fenómenos emerjan y sean explotados en la literatura. Una literatura en la que aparecen ángeles y demonios, posesiones, exorcismos, presencia oscura de lo maligno, terror mezclado con violencia y sexo, actuaciones sobrenaturales, seres extraterrestres, diálogos con personajes fallecidos, etc.