El liberalismo fue, durante algunos años y en algunos sitios, una doctrina capaz de dar una visión del mundo y de sugerir vías de acción; si hoy ha perdido su relevancia como “-ismo”, esto no es cierto, en cambio, para el adjetivo “liberal”. En esta obra concisa y conmovedora, Michael Walzer defiende lo liberal como un inventario de sensibilidades y valores esenciales para una política “decente” que no deja de ser compatible con una gran variedad de posiciones y doctrinas políticas, como el nacionalismo, el socialismo o el feminismo. “Como todo adjetivo”, escribe Walzer, “no determina quiénes somos, sino cómo somos quienes somos”. Ser liberal implica el rechazo de toda crueldad, uncompromiso con la igualdad y una apertura al pluralismo y a cierto grado de escepticismo e ironía. Ser liberal exige pensar con matices, no con contrastes.