En la gran tradición intelectual de disidencia ante la civilización industrial presente en Estados Unidos con autores como H.D. Thoreau, Lewis Mumford, Rachel Carson, Carolyn Merchant, Theodore Roszak o Nicholas Carr, Neil Postman sobresale como uno de los mayores críticos de la tecnología del siglo veinte.
Nacido en 1931 en Nueva York, Postman se hizo célebre con Divertirse hasta morir (1986), crítica de cómo la televisión reducía la política, la historia y el periodismo a mero entretenimiento, trivializando el discurso público; y con Tecnópolis. La rendición de la cultura a la tecnología (1992, que ya publicamos en 2018), denuncia del monopolio tecnológico sobre nuestras vidas.
Por un ateísmo tecnológico. La cultura frente a la civilización informática reúne siete ensayos y conferencias, de 1987 a 2000, donde expone sus críticas hacia la televisión y las nuevas tecnologías. Frente al entusiasmo ante los progresos de la comunicación y la informática, su voz se alzó, casi solitaria, para advertirnos de las graves consecuencias de aceptar sin precaución toda innovación técnica.
En una civilización que vuelve sagrados los ordenadores y la televisión, y convierte en fetiche toda innovación, Postman abogaba por armarse de un «ateísmo tecnológico» con el que defender todo lo que mereciera la pena preservar de una cultura.