El viejo orden mundial que los EUA establecieron tras la Segunda Guerra Mundial se desmorona. Un nuevo orden está surgiendo. Sus contornos pueden ser por ahora solo esbozados. Cuando expresé lo anterior públicamente en una entrevista de la cadena de televisión alemana ARD el 5 de febrero del 2017, la moderadora del programa me dirigió gestos desaprobatorios, pues nadie quiere hablar de ello. Las alteraciones geopolíticas y económicas, las convulsiones políticas en Occidente, las crisis económicas, las amenazas a la libertad y el surgimiento del populismo son todas ellas consecuencias del mismo fenómeno global. La causa puede resumirse en una frase: los EUA han dejado de ser la indisputada potencia económica y militar que habían sido después de 1945. La producción económica de la República Popular China, medida de acuerdo con la capacidad de compra, superó en el año 2014 la de los EUA, aun cuando éstos mantienen por mucho margen la fuerza militar más poderosa. El centro de la economía mundial está migrando. Lentamente adivinamos que en Alemania y Europa ya no somos parte de él. Pero tampoco el predominio económico de los EUA, que caracteriza al actual sistema económico mundial, está de alguna manera asegurado. Las repercusiones de esta transición de época las percibimos en todos los ámbitos, globalmente.