En esta novela Javier Tomeo, firme militante del antirrealismo, anticipa la excentricidad que caracterizará toda su obra, plagada ya desde El cazador de alegorías y símbolos, narraciones simultáneas, pasajes oníricos, juegos de palabras y personajes grotescos sometidos a las fuerzas del Destino y del Absurdo. Kafka, Camus, Beckett, Poe, Ionesco... son las indiscutibles referencias que reafirman su voluntad de hacer una literatura a la contra en un tiempo en que se suponía que la literatura debía ser el azote de la dictadura.