Los actores arrastran a lo largo de toda su vida una sombra muy distinta a la del res to de los seres humanos. Las suyas está moldeadas por los personajes que han constitui do la cima de sus carreras cinematográfica. Aquellos papeles que son algo más que el resultado de una buena interpretación.
Aquellos a los que el tiempo sólo les afecta para engrandecer su leyenda. Nacieron para ser inmortales y para hacer inmortales a los actores que los encarnaron. ¿O es al revés? Poco importa, porque todos juntos componen una hermosa ga laxia de seres legendarios. Y todos soportan una sombra de la que jamás po drán desprenderse, e incluso, en el peor de los casos, puede llegar a anularles. ¿O es que aca so fue capaz Malcolm Mc Dowell de desligarse del recuerdo de Alex de Large, el perturbado protagonista de ‘La naranja mecánica’? ¿O Johnny Weissmuller de la piel de ‘Tarzán’? ¿O Linda Blair de Regan, la niña poseída de ‘El exorcista’? ¿O Bela Lugosi de ‘Drácula’, origen de una relación vampírica que acabó por aniquilarle. Son sólo cuatro ejemplos de la legión de intérpretes se pultados por la clamorosa popularidad de una criatura concebida desde la imaginación o la realidad. Puro mito.