Orwell, desilusionado con la deriva política autoritaria que estaba tomando el comunismo, adopta en apariencia la forma de una narración infantil y denuncia que los elevados ideales no garantizan su conquista. Con esta obra, redactada entre 1943 y 1944, el autor señala que, a pesar de la pureza de los principios más loables, sus fervientes defensores acaban corrompiéndose.