«Ha gastado y prodigado su vida en servicio de Dios y del prójimo, especialmente de sus hijas. Recordemos también aquella fortaleza, siempre igual, en todo acontecimiento; aquel semblante, siempre encendido, siempre dulce, siempre reco-gido, de suerte que jamás, por grandes que hayan sido sus trabajos y penas interiores, lo ha adver-tido nadie más que sus hijas, a las cuales, por una santa bondad, quería comunicarles algo, para su bien e instrucción. No olvidemos tampoco aquella modestia, tan grande, en su avanzada edad, como en una joven virgen; esa huida y aversión a las alabanzas y a todo rumor y noticias del mundo; aquel gran amor a la pobreza, humildad y sencillez de vida; ese olvido total de todas las cosas y de sí misma, por la continua memoria de Dios». M. Francisca Magdalena de Chaugy, VSM, secretaria de la Santa.