Según Bertolt Brecht, «habitar en un hotel significa concebir la vida como una novela». El carácter literario de los hoteles es cosa sabida. Los encuentros «sorprendentes y deliciosos», afirmó Maupassant, se producen mejor «en un tren, en un hotel o en un lugar de vacaciones»; es decir, fuera de lo cotidiano. "Vidas de hoteles" presenta este universo en sus múltiples variantes: la habitación de hotel como símbolo de refugio o de encierro, como lugar secreto para lo prohibido, como morada para lo excéntrico o lo siniestro, como hogar fuera del hogar, como escenario para crímenes o infidelidades, como escondite para un prófugo, como marca o indicio social, etcétera.