La figuración simbólica de animales, plantas y piedras pobló la literatura castellana medieval, y sirvió de enseñanza, ejemplo, inspiración poética o comparación amorosa. Unicornios, fénix, charadrius, mandrágoras y piedras filosofales fueron más que meras fantasías. Hoy su lectura cobra resonancias cautivadoras. En esta tradición, el Arcipreste de Hita y Gonzalo de Berceo responden con su proverbial originalidad, y Pero Díaz de la Costana forja con ella una de las expresiones del más alto lirismo amoroso. Además, el cotejo directo con los bestiarios permite resolver otros problemas que han preocupado a los especialistas. Por ejemplo el establecimiento, por su relación con "Le Bestiaire Divin" de Guillaume le Clerc, del año 1211 como "terminus a quo" para la fecha de composición del "Libro de Alexandre". Un dato más en apoyo de la larga tarea por la reivindicación de la autoría berceana del gran poema del mester de clerecía.