Julio Llamazares, curioso pertinente, pintor de paisajes geopoéticos, viaja en persona desde unos tópicos lingüísticos hasta sus orígenes. Contrasta la lírica de la fantasía con la realidad prosaica. Desmitifica la toponimia mágica poniéndoles rostro a los vecinos de carne y hueso que habitan esos lugares. Y no marcha solo en esta aventura. Le acompaña un imaginero de semblanzas, un cazador de horizontes, como es Navia. Ilumina su texto un ilustrador de escenas de cuento como es David de las Heras.