El Greco representa el caso más extraordinario de fusión de culturas artísticas que se haya producido en la historia del arte. Se forma en Creta, ciudad en la que nació, más tarde en Italia y, para terminar, en la corte de Felipe II, en Toledo. Aislado de las corrientes principales del arte de su tiempo, puso en pie una de las obras más intensa y espiritual de la cultura europea.