En una lejana noche de 1564 un ancianísimo escultor, de aspecto desaliñado y de carácter huraño, como el mármol que cincela, recuerda su vida que ya está por concluir. Es Miguel Ángel. A través de la mirada limpia de un niño, nos habla de las obras de escultura, pintura y arquitectura que lo han convertido en el genio del Renacimiento.