Con estas brillantes e incisivas cartas de 1795, Schelling toma parte en la candente discusión filosófica del momento acerca de las Críticas kantianas. En ellas protesta enérgicamente contra la falsa y conservadora interpretación planteada de la ilustrada y revolucionaria filosofía de Kant en el Stift de Tubinga, en donde estudiaba teología junto a Hegel y Hölderlin. Ampliando la concepción de la libertad de Fichte, desde un irreligioso kantismo de izquierdas, y preocupado por el destino del hombre, busca superar la escisión entre el yo teórico y el yo práctico en una unidad que escape a su vez al abismo espinosista. Su nueva concepción de un hombre no escindido sólo será pensable desde una dimensión estética.