El mundo como lo experimentamos objetivamente se esfuma, se transforma bajo una perspectiva que mira sólo hacia lo subjetivo. Y es más que una subjetivación de lo real, de lo externo, porque la realidad interpretada es la especial que se presta a la subjetivación. La tarea -y el goce- del lector, entonces, es coger el ritmo y el tono psiscológicos de las meditaciones y de las sensaciones del autor.