En la primera década del siglo XIX asistimos a la cruel derrota de la Armada española
en Trafalgar. 1805 es un hito, un punto de inflexión que pone fin a un
largo y fructífero periodo de proyectos, de esfuerzos económicos, de innovaciones
técnicas, de crecimiento de la flota, de logros científicos, de expediciones geográficas,
de sacrificios humanos que tuvieron como centro a la Armada desde la
instauración de los Borbones en el trono de España.
Evidentemente, para que todo se viniera abajo fue preciso mucho más que un
fracaso militar, y así fue, pues tres años más tarde se derrumbaba la propia dinastía.
Ahora bien, la institución naval tenía unos fundamentos mucho más resistentes
que el roble de sus navíos y fragatas, que en número creciente habían salido de
los astilleros a lo largo del Setecientos, pues esas impresionantes y complejas máquinas
eran simplemente la prueba práctica, el testimonio último, de la capacidad
de unos oficiales y marineros cuya formación había preocupado sobremanera a
la Corona. Las naves hundidas en los combates no lograron llevarse consigo al
fondo de los océanos el fruto de décadas y décadas de lecturas, de estudio y de
reflexiones.
Las páginas de este libro pretenden mostrar la enorme e interesante labor llevada
a cabo en el seno de la Armada española en todas aquellas esferas que debían
hacer de ella un instrumento eficaz para continuar la política por otros medios, en
suma, para enfrentarse a los enemigos con garantías de éxito, además de para
hacer de la oficialidad de la Armada un conjunto de hombres que compaginó la
ciencia con su profesión, pues una no era posible sin la otra en el siglo XVIII.