Según Sainte-Beuve, Baudelaire se había construido «un quiosco peculiar, muy decorado, muy atormentado, pero coqueto y misterioso», al que llamó la Folie Baudelaire («Folie» era el nombre del siglo XVIII para ciertos pabellones dedicados al ocio y el placer), situándolo en «la punta extrema de la Kamchatka romántica». Pero en ese lugar desolado no faltarían los visitantes. Hasta los más opuestos, como Rimbaud y Proust. Aquí se cuenta la historia de cómo se formó la Folie Baudelaire. Una historia hecha de historias que tienden a cruzarse -hasta que el lector descubre que, durante varias décadas, la Folie Baudelaire ha sido sobre todo la ciudad de París.
«Calasso medita en sus ensayos atípicos sobre la Cosa escrita, vista e investigada hasta la morbosidad, persiguiéndola en impensables meandros de detalles a veces sorprendentes, pero hay "una onda Baudelaire que lo atraviesa todo" (¡sin duda!)» (Guido Ceronetti, Il Foglio).
«Calasso parece conocer todo lo que sucedió, todo lo que se escribió y pintó en Francia entre 1830 y 1900. Su curiosidad es insaciable» (Pietro Citati, La Repubblica).