En el corazón de la misión evangelizadora de la Iglesia siempre ha estado el primer anuncio: el anuncio del nombre de Jesús, Hijo de Dios, y de la acción salvadora que Dios ha realizado por medio de su pascua. Pero, si cabe, este primer anuncio se ha hecho ahora más necesario y apremiante en un tiempo en el que poblaciones enteras -sobre todo en países de vieja cristiandad como el nuestro- van dimitiendo del Evangelio e incluso parecen perder el sentido y el deseo de Dios.En la Iglesia no todo es primer anuncio, pero, sin la acogida del anuncio de Jesucristo y del Dios que en él se revela, difícilmente todo lo demás será reconocido como comunicación divina y fuente de liberación. Es necesario reconocer de una vez por todas que la pastoral del primer anuncio se ha convertido entre nosotros en una urgencia, máxime cuando las acciones ordinarias de nuestras parroquias, movimientos y comunidades se agotan en sus propias inercias. Solo aceptando el reto del primer anuncio nuestra Iglesia podrá combatir el cansancio rutinario que la paraliza y recuperar el vigor que nuestro tiempo le exige.