Este libro trata sobre algunos de los más importantes humanistas de los siglos xv y xvi, auténticos filósofos en el sentido moderno de la palabra, así como de la estrecha relación que mantuvieron con los distintos príncipes de Europa. Casi siempre en latín, su voz se oía en las Cortes y en los centros de decisión del continente, del que política y culturalmente formaban parte los reinos británicos. El diálogo y la relación entre príncipes y humanistas produjeron algunos de los momentos más felices de la vida intelectual del Renacimiento. Los humanistas se dirigían a los gobernantes con ideas, opiniones y consejos, mientras que éstos, les hicieran caso o no, debían tener en cuenta lo que habían escuchado o leído. A fin de cuentas, a los soberanos les importaba mucho lo que podían pensar o escribir Erasmo, Moro, Maquiavelo, Vives, Dantisco o Arias Montano, tal y como a los Reyes Católicos —por ejemplo— les influyeron las ideas sobre España de Margarit o Lebrija. Bien mirado, podían ser considerados —y así lo fueron— como los continuadores de los clásicos griegos y latinos.