En 2001 Andrew Anthony era un periodista de éxito. Se estaba instalando en la vida de un inglés de clase media. Era un miembro destacado de la izquierda liberal y poseía una serie de ideas que, como la cartera y las llaves, siempre llevaba encima: la amenaza más importante para la seguridad mundial es Estados Unidos; hay delincuentes porque hay pobreza; Israel es el origen de todos los males de Oriente Medio.Hasta que sonó el despertador: el 11 de septiembre. Escandalizado por la respuesta de sus amigos y colegas progresistas, convencidos de que Estados Unidos se lo tenía merecido, dispuestos a comprender a los terroristas antes que a apoyar a las víctimas, Anthony se vio obligado a revisar sus ideas.