Amar El Quijote es fácil; es tan genial que, aunque lo hayas leído entero, no tienes más que buscar de nuevo (escudriñar, más bien) en capítulos que creías conocer y se te presenta a cada intento un mundo completamente por descubrir. Creo que es uno de los atractivos mayores, tener un libro infinito en las manos, sabiendo que nunca lo habrás leído del todo.
La edición de Francisco Rico es una fuente inagotable de estudio, anotada de forma exhaustiva hasta el punto de constituir las anotaciones, por sí mismas, otro volumen anejo; magistral.
Surgió mi escritura de los Inéditos de forma espontánea, quizás como agradecimiento al autor que ya no está; quizás, como catarsis a la emoción de descubrir un libro del que siempre crees saber algo y te das cuenta de que te esperan sorpresas a cada paso. Es inmenso en su genialidad. Que conste que yo no sé nada.
Conservo la edición amarillento-café de 1905, que mi padre nos leía en voz alta, con el lomo recompuesto por él mismo con un trozo de lienzo y ‘argamasa’ de agua y harina. Creo que entonces, de niña, si me atraía era sólo por algunos capítulos que me divertían mucho.
Coincidencia asombrosa de astros en la contraportada. Los astros que contemplaban don Quijote y Sancho en su absoluta libertad.
En este pequeño divertimento, M. Ángeles Centenero muestra como don Quijote continúa siendo el héroe cervantino a través de los siglos. A pesar de los infames comportamientos que sobre la tierra se dan, no desfallece. Arremete contra todos los que necesitan una filípica, ya sea por el mal uso de palabras, por su necio criterio o por el daño que causan. Sigue embelesado con Dulcinea a la que intenta vislumbrar al caer la noche, porque ella es la estrella más brillante aun cuando los malintencionados encantadores intenten presentársela poco agraciada. Constante en la leal amistad que profesa a Sancho, su escudero fiel, sin dejar por ello de reprenderle y, también, de darle oportunos consejos sobre la belleza, la fama, el rencor, la estulticia, la distinción entre afrenta y agravio y otros muy provechosos.
Don Quijote se muestra agradecido a Cervantes y exalta su valor.
Desolado al enjuiciar el s. XXI, propone a Sancho —para respirar—conseguir música y libros.
Hasta el chino Min Kou se ha puesto a versificar influido por el prodigio, porque El Quijote traspasa tiempos y fronteras y se instala en todas las culturas.
Don Quijote es más que un héroe renacentista; es héroe de todos los siglos.
Podría decirse que se desencadenó una sorprendente multiplicación de “quijotes” y hoy los vemos en hospitales, en laboratorios donde los científicos se aplican siempre intentando mejorar las condiciones de vida, en asociaciones de ayuda humanitaria por todo el mundo…en trabajos de mujeres cuidadoras, en casa y fuera de ella…
Cuatro siglos más tarde…
¡Te lo juro! Sancho amigo,
sigue habiendo malandrines,
truhanes y mal nacidos
por los inmensos confines
de este planeta divino
que revientan los países,
organizan genocidios
y ponen vallas al campo,
hirientes, con mucho espino;
que compasión desconocen
porque no son bien nacidos.
Siguen quemando las letras
en bibliotecas que, en siglos,
del saber fueron cobijo.