En 1605, fruto de una apresurada colaboración entre dos talleres editoriales, se imprimió el «Libro de entretenimiento de la pícara Justina», cuyo controvertido autor presenta interesantes conexiones con el grupo de escritores toledanos que gravitaron en torno a Lope de Vega. Pese a asumir buena parte de los rasgos del género «picaresco», el objetivo de esta insólita y prodigiosa obra fue parodiar con mayor eficacia, desde dentro de sus resortes compositivos, la configuración retórica del «Guzmán de Alfarache» de Mateo Alemán. Pero, más allá de su función como revulsivo del texto alemaniano, «La pícara Justina» alentó un nuevo tipo
de personaje femenino, que en adelante será retomado desde diversas concepciones narrativas.
Por primera vez, transcurrido justo un siglo desde la monumental aportación de Julio Puyol y Alonso en 1912, se ofrece al lector una edición crítica de «La pícara Justina», en la que se determina el valor textual de los testimonios de la obra y se examinan los estados de corrección representados en los distintos ejemplares de la edición príncipe.