«¿Había sido una llamada del extranjero, o lo habían simulado? No estaba seguro. Dickie Greenleaf. El comienzo de sus problemas, pensó. El primer hombre al que había matado, y el único al que había lamentado matar, realmente, el único crimen del que se arrepentía.
Dickie Greenleaf, un americano adinerado (para esa época) que vivía en Mongibello, en la costa oeste de Italia, se había hecho amigo de él, le había brindado hospitalidad, y Tom lo había respetado y admirado, de hecho, quizás demasiado. Luego, Dickie se puso en su contra, y Tom se molestó por eso y, sin planearlo mucho, tomó un remo y lo mató una tarde en la que estaban los dos solos en un pequeño bote. ¿Muerto? ¡Por supuesto que Dickie llevaba muerto todos esos años! Le había atado una piedra, lo había arrojado por la borda, el cuerpo se había hundido y... bueno, en todos esos años Dickie no había aparecido, ¿por qué iba a hacerlo ahora?»
Tom Ripley sigue disfrutando de una apacible y acomodada vida Tom Ripley sigue disfrutando de una apacible y acomodada vida en su villa francesa. Pero últimamente su oscuro pasado reaparece con frecuencia de la forma más insospechada. Tom sabe perfectamente que Dickie Greenleaf está muerto, él mismo lo mató. Entonces, ¿cómo es posible que reciba llamadas telefónicas del propio Dickie?
Ripley está convencido de que su secreto está a salvo y de que no dejó ningún rastro. Sin embargo, cuando una pareja de norteamericanos curiosos se instala en la zona, sus comentarios y preguntas inquietarán a Ripley. ¿Podrían quedar al descubierto sus secretos?