Un Kant insomne y escéptico que no es capaz de verse más que como un profesor de provincias con accesos megalómanos, y cuyo mayor deseo es abandonarse en los brazos de una prostituta que desconoce su idioma. Dos hermanos huérfanos que observan la demencia de su abuela, la persona que los crió, mientras se vuelven conscientes de su contingencia en la vida de los otros. Dos hermanas gemelas que escapan a Londres para languidecer allí sin hablarse, para casi enloquecer como forma de librarse de ellas mismas, mientras la vida fluye ajena. Un hombre que regresa a su ciudad natal, un lugar a medio camino entre la fantasmagoría y la memoria. Estos y otros personajes componen el universo de Lo inhóspito, una narración cuya estructura fragm entada no es más que un juego del autor que se resuelve en el último capítulo, «Obituario», en el que el lector, si a bien lo tiene, podrá identificar la voz del narrador con Helsengør, un escritor cuya obra es objeto de una discusión crítica que parece discurrir al margen de las intenciones de su autor. Con una prosa bien trenzada, ciertamente benetiana en algunos capítulos, Gonzalo Torné recorre los territorios de lo inhóspito, aquellos a cuyas estancias nos empuja la existencia y que están dentro de nosotros mismos, que no son otra cosa que «el miedo a la propia vida,el hastío de ser nosotros, la fatiga de sostener todo el tiempo nuestros pensamientos». «Una sorpresa literaria.» El Mundo