Treinta años como profesor de secundaria dan para muchas anécdotas, muchos dramas, muchas comedias. Pero El profesor sólo podía ser obra de una sensibilidad y un conocimiento de la naturaleza humana que pocoas autores tienen el privilegio de poseer. En estos treinta años, en algunas de las zonas más conflictivas de Nueva York, el autor, sin temer hacer uso de los recursos pedagógicos menos convencionales, puso todo su empeño en relacionar lo que aprendían sus alumnos en la escuela con sus propias vidas y sus problemas diarios, tratando de acercar dos mundos a veces irremediablemente separados. Una lección académica y literaria que acaba convirtiéndose en una auténtica lección de vida.