El 19 de agosto de 1969, mientras se limpiaban los prados de Woodstock, Miles Davis llevó al estudio una «orquesta» sin precedentes: trece solistas con guitarras y teclados eléctricos, cuatro percusionistas, un clarinete bajo y un saxo soprano. Con unas breves indicaciones sobre papel y tras una sola tarde de ensayos, en tres mañanas se grabó un disco cuyo alcance histórico fue enseguida evidente.
Bitches Brew redefinía el panorama de la música contemporánea con una fuerza que no ha dejado de resonar en las siguientes generaciones de intérpretes y aficionados. ¿Era aún jazz? Muchos hablaban de un nuevo género que fundía la sutileza improvisatoria del jazz en la imparable energía del rock, pero la auténtica (y literalmente inaudita) novedad radicaba en las medidas, en la respiración formal de pasajes pasmosamente dilatados gracias a un exquisito trabajo de posproducción. Visionario, psicodélico, concebido como una obra revolucionaria y, al mismo tiempo, como una bomba de relojería comercial, el disco fue el producto de diversos experimentos llevados a cabo durante unos años (1968-1970) en que la visión estética de Miles vivía en fructífera tensión con los intereses de su discográfica, pero siempre bajo la sagaz mirada del productor, compositor y, en este caso, mediador Teo Macero.
Enrico Merlin y Veniero Rizzardi han reconstruido la gestación del álbum consultando por vez primera un voluminoso material de archivo que incluye los muchos papeles recogidos por Macero y las bobinas conservadas en Columbia Records. El libro muestra fotos y documentos inéditos que ilustran la evolución artística de Miles Davis desde los últimos meses con su legendario quinteto de los sesenta hasta los apoteósicos triunfos ante la audiencia roquera del Fillmore East.
La historia de un disco es aquí historia de la música.