Perder la piel es el testimonio de superación de una trágica experiencia personal: Marta Allué sufrió un accidente que le causó quemaduras profundas en el ochenta por ciento del cuerpo, cuyas gravísimas secuelas no le han impedido volver a llevar una vida razonablemente normal. La autora evoca paso a paso su vuelta a la conciencia, las pesadillas y el sufrimiento físico, la rehabilitación y sus altibajos de ánimo durante un largo itinerario por diversos hospitales. Allué evita el tono melodramático y confiere a su prosa, clara y exacta, un nítido valor objetivo, y una precisión acorde con la actitud exigente y participativa que para ella ha de tener el paciente. Este impresionante testimonio es también un alegato en pro de la entereza y la lucidez.