Este viaje a Guatemala es algo especial. Sin duda, es un viaje a una determinada geografía; a uno de los más bellos países del mundo, a una sufrida realidad social y a una convulsa historia política. Un viaje que el autor ha elegido realizar durante muchos años acompañado de un conjunto de poetas que amaban y odiaban a su país; “el país de la eterna primavera… el país de la eterna gusanera”… Esos poetas ayudan a descubrir el país, a admirarlo, a quererlo y a odiarlo. Todos ellos rechazaban el presente –hoy ya “el ayer”– aunque el hoy es prácticamente igual que el ayer. Unos poetas que aspiraban a un mañana que nunca llegó. Al mismo tiempo y en este mismo libro, el autor se encuentra con Guatemala, en un enorme primer impacto, y se reencuentra con el país cuarenta años después, dibujando un viaje en el tiempo que ofrece un panorama en algunos aspectos cambiante pero, en muchos otros, tristemente similar. Un viaje que describe un paisaje y a una cultura, feraz, rica, tortuosa y violenta; que describe un país no en vano también conocido como “el país de los lagos y volcanes”.