Después de Turgueniev, fue Dostoievski quien más empeño puso en interpretar el Quijote, aunque más bien se centró en la interpretación de su figura principal, pues para él interpretar el Quijote, como para tantos otros, equivale a interpretar a don Quijote como figura trascendental de la novela. Como veremos, el gran maestro de la novela, al igual que su coetáneo Turgueniev, asume los postulados fundamentales de la exégesis romántico-filosófica de la novela de Cervantes, pero le imprime a su aproximación a ésta un fuerte sentido trágico, que, por cierto, anticipa en esto y otros aspectos a Unamuno. Nadie como él ha insistido en la visión de don Quijote como héroe trágico y como símbolo del sentido trágico de la vida; habrá que esperar a Unamuno para encontrarnos con una insistencia semejante. Decía Unamuno que nadie había entendido tan bien el Quijote como los ingleses y los rusos, y nos atrevemos a suponer que cuando mencionaba a los rusos se refería especialmente a Dostoievski, con cuya exégesis comparte importantes semejanzas la del propio pensador español.
Al igual que para Turgueniev, también para Dostoievski don Quijote simboliza una idealismo trascendental, universal, que concierne al hombre o a la humanidad en su conjunto. Turgueniev aún se veía obligado a ligar a don Quijote con una versión histórica del idealismo ético y moral, la que encarnó el idealismo caballeresco. Dostoievski se mantiene siempre por encima de las modalidades históricas del idealismo y presenta a don Quijote como si su idealismo, depurado de sus adherencias caballerescas, fuese un conjunto de valores sublimes eternos e inmutables, comunes al hombre en cualquier época histórica.