Ser bella, de buen linaje, de buenas costumbres y buena salud, eran las cualidades esenciales de una reina medieval, tal como apuntaban Las Partidas del rey Alfonso X, El Sabio (1252-1284). Esas condiciones no siempre se cumplían, pues, aparte del buen linaje, las otras cualidades eran difíciles de conocer a la temprana edad a la que las princesas se convertían en esposas de reyes.