La derrota del fascismo no significó el reconocimiento de la labor de la resistencia armada y mucho menos de la contribución de las mujeres a la misma. La Guerra Fría ya dominaba la lógica política y, en consecuencia, el recuerdo histórico oficial se limitó a la oposición controlada por los Aliados, mientras que la resistencia comunista y anarquista fue ignorada, cuando no objeto de persecución durante la posguerra. De las mujeres se esperaba su vuelta silenciosa al hogar, ignorada muchas veces su labor en la guerra hasta por sus propios camaradas, y durante muchos años sólo merecieron el desprecio o el olvido de la historiografía de la resistencia.