El pacifismo se ha convertido en un postulado de nuestra autoconciencia moral. Con grave daño para esa autoconciencia, pues en la indiferencia frente a toda agresión ese pacifismo socava las bases comunitarias sobre las que se asienta la libertad del pueblo y sobre todo de cada uno de sus individuos. Sin el muro que guarda la ciudad, y sin la voluntad de sus ciudadanos de guardarlo hasta la muerte, la república como espacio de justa convivencia es a la larga inviable. Ese facifismo es insolidario, signo de la descomposición moral de una sociedad. Recorriendo figuras claves de la tradición filosófica, de Aristóteles a Kant y Hegel, y con especial atención a las fuentes del humanismo grecorromano, en estas páginas se intenta, en una clave filosófica que pretende ser accesible a un público culto en general, poner de relieve algo que hoy se nos ha hecho imposible entender: que esa virtud radicalmente ciudadana que los clásicos llamaban «piedad», constituye la esencia misma del espíritu militar frente a la barbarie.