El 1 de enero de 2002 puso fin al servicio militar obligatorio en España. Desaparecían los soldados de reemplazo en el Ejército y ?mili? se convertía en un término nostálgico, perteneciente a una España que ya no existe.
La mili siempre fue algo más que cumplir con una obligación militar. El cuartel supuso un rito de paso en la vida de los jóvenes españoles, donde se les reconocían unos derechos que les permitían ingresar en el mundo de los adultos. La mili tuvo más repercusión en el mundo rural, tradicional; en la sociedad urbana moderna constituía un elemento perturbador que traía problemas para casi todos. Como institución social que es -bien castiza, por cierto-, su final exige el esfuerzo de recuperar en lo que se pueda esta parte de la memoria colectiva.
No es fácil escribir una historia de la mili, pues hay muchas milis. La mili siempre fue una experiencia personal e intransferible, y por ello se escribe en singular. Se habla de la mili en términos amables, personales, que terminan por impregnar los recuerdos. Después de todo, la memoria es selectiva. Del pasado permanecen los buenos recuerdos y a los malos siempre se les termina por encontrar alguna explicación. Como cada cual vivió, sufrió y gozó la mili a su manera, sólo nos cabe recopilar la información directa de los que superaron este rito de paso. Es el momento de hacerlo. Dentro de unos años serán pocos los testimonios personales que se puedan recoger. No es otra la razón de este libro. Nos cabe la obligación, grata por cierto, de salvar para la pequeña Historia la experiencia de la mili.