Este libro se propone reconstruir los espacios que la memoria se crea a lo largo del siglo XVI y las figuras a los que se confía. Podremos así dar visibilidad a un modo de sentir, a un modo de percibir (y de crear) palabras e imágenes, que ha tenido durante largo tiempo una importancia vital, pero que por ser ajeno a nuestros códigos hemos olvidado o infravalorado. Es en el siglo XVI cuando lo moderno se va perfilando, mientras el saber ?y la experiencia? aún no se ha especializado y fragmentado del todo. La importancia de la memoria se liga en primer lugar a un código cultural basado en una precisa escala de valores, es decir, la memoria es un componente esencial del canon clasicista que se define con nitidez justamente en el siglo XVI. En un mundo tan preocupado por darse normas, por fijarse modelos, la memoria tiene un papel esencial. Si la producción de lo nuevo pasa a través de la imitación de lo antiguo, si la individualidad del escritor puede expresarse sólo haciendo propio un discurso ajeno, escribir significará ante todo recordar. En el siglo XVI el arte de la memoria conoce su momento de máximo esplendor y se convierte en parte de una compleja búsqueda encaminada a refundar la enciclopedia, a adueñarse de una clave universal de acceso al saber.