Ante la situación general de excesiva expansión del mercado del diseño, se propone una austeridad militante de nuevo cuño, abogando por la utilización inteligente de recursos, sin excluir por ello sentimientos como la emoción o formas como lo orgánico y sensual.
Este diseño esencial utiliza los medios tecnológicos disponibles para comunicar unos contenidos de forma clara y efectiva o para reconciliar al hombre con los objetos que le rodean, si bien esto implica una restauración de valores, un cambio en la percepción del diseño por parte de la sociedad.
Una de las habilidades exigidas al diseñador será cumplir una función concreta y pasar desapercibido, a riesgo de caer en el ostracismo mediático, o incluso de recibir críticas como «tiene poco diseño» o «está bien pero... es tan normal!!!!»