En pocas páginas se hace un recorrido por las fórmulas de cocina que han nacido al abrigo de los tiempos litúrgicos, las fiestas religiosas y los usos eclesiáticos y conventuales de España y que forman parte inseparable de nuestra riquísima cultura gastronómica.
Por ejemplo, ¿la abstinencia es tan buena como dicen para el cuerpo como para fomentar la virtud? El alboroque con que se celebra el cierre de un negocio, ¿tiene origen religioso o profano? ¿Quién dio por primera vez la receta de la longaniza que se come el jueves lardero? Las yemas de santa Teresa, ¿nacieron en un monasterio de clausura o no? La vieja sentencia «en habiendo tomatillo no hay mal cocinero», ¿es de un cocinero granadino o de un fraile navarro? ¿Cuándo debe sembrarse el perejil para tener cosecha asegurada en el huerto? Un bodrio, ¿es algo mal hecho, una comida de pobres o un guiso de Cuaresma? ¿Por qué en muchos lugares se comen tradicionalmente caracoles en Nochebuena? ¿Las tetas de santa Águeda son un dulce tradicional o un invento reciente? Y así muchos más ejemplos.
Costumbres que mantenemos con toda normalidad como parte de la comida de cada día, tienen su origen en festividades y lugares religiosos, y delicias de la comida tradicional encuentran el punto de partida en las largas abstinencias y vigilias de hace mucho tiempo. De todo ello se ha nutrido nuestra cocina tradicional, dando forma en parte a la espléndida cultura gastronómica española.