La Europa que yo sueño no es una Europa de los mercados ni siquiera de los estados, de las regiones y de las municipalidades. Es, más bien, una Europa de los pueblos, de los ciudadanos, de los hombres y mujeres. Es una Europa reconciliada y capaz de reconciliar, una Europa del espíritu, edificada sobre sólidos principios morales. Por ello mismo, la Europa soñada por mí tendrá la posibilidad de ofrecer a todos y a cada uno auténticos espacios de libertad, de solidaridad, de justicia y de paz. No quiero una Europa que viva aburrida. Quiero una Europa gozosa, capaz de entregarse con generosidad a su misión. La mirada con la que me es dado ejercer la contemplación en este sueño trasciende toda frontera y se ensancha hasta alcanzar al mundo entero. Me gustaría que este mundo, también con la ayuda de los europeos, fuera más humano y habitable, más concorde con el proyecto de Dios.