El 6 de agosto de 1945, Claude R. Eatherly cumple la orden de destruir el puente situado entre el cuartel general y la ciudad de Hiroshima. Un error de cálculo hace que la bomba caiga sobre la ciudad. De regreso a la base militar, el “piloto de Hiroshima” promete dedicar su vida a la lucha contra las armas nucleares. La monstruosidad de lo sucedido marcará el resto de sus días: recluido en hospitales psiquiátricos, Eatherly anhela obtener su libertad para entregarse a la causa pacifista.
En 1959, el filósofo vienés Günther Anders inicia su correspondencia con él, convirtiendo su historia personal en el “caso Eatherly”. Según Anders, Eatherly personifica la conciencia en un mundo que persuade al individuo de que no es responsable de las consecuencias de su acción. El mundo tecnificado nos implica en hechos cuyos efectos somos incapaces de representarnos. Esto hace que podamos ser inocentemente culpables como nunca antes. Eatherly es el “predecesor” de todos nosotros. Pero lo que sobrepasa la conciencia, aquello que está más allá de sus límites, impone una labor de concienciación: en el “No más Hiroshima” coinciden el verdugo, las víctimas y el intelectual.