Mucho se ha escrito y dicho sobre Maria Callas, uno de los mitos del siglo xx, pero hasta ahora nadie había tenido acceso a su correspondencia privada para poder ahondar en las dudas y los miedos de una mujer que empezó cantando en los peores bares de Nueva York y que, por amor, estuvo dispuesta a renunciar a su mágica voz. Un retrato único y descarnado deuna diva triste que conoció, a la par, la gloria y la soledad. «Crecí comiendo pan y Callas porque mis abuelos se conocieron escuchando La Traviatta, y toda mi vida he estado acompañado por su voz.» Alfonso Signorini