Las relaciones íntimas y la vida familiar han experimentado grandes cambios en el mundo occidental desde la década de 1970, hasta el punto de que ya no sabemos con certeza qué pensar de todo ello. Con la globalización y las nuevas tecnologías de comunicación de masas, estas incertidumbres se reflejan a escala mundial en el entorno urbano y, cada vez más, en el rural.
Antes, las identidades masculinas estaban ligadas al trabajo asalariado, siendo el primer sueldo llevado a casa lo que marcaba ritualmente el paso de joven a hombre. También estaban conectadas con la paternidad: un hombre afirmaba definitivamente su masculinidad al convertirse en padre. A menudo ello se daba tras un período de servicio militar, la otra forma mediante la cual los hombres jóvenes afirmaban su identidad masculina. Pero desde la década de los setenta los jóvenes han empezado a pensar de forma diferente sobre temas de género, sexualidad y poder.
Ya no confían en las formas familiares preexistentes y tratan de definir sus vidas íntimas en el marco de las posibilidades abiertas por las culturas globales. La identidad masculina está experimentando un cambio profundo, un proceso de transformación que la aleja de los patrones de la vieja sociedad patriarcal.